jueves, julio 28, 2011

EL TIMBÓ


Era un viejo cacique indio: alto, musculoso, de melena tirando a gris y de plumas rojas bajo la vincha. La india que compartía su toldo le había dado varios hijos varones seguidos y recién al final, una hija, la cual fue criada como una princesa, salvaje, es cierto, pero con mimos de princesa. Al llegar a los quince años, ésta se enamoró del hijo del cacique de la tribu vecina que era enemiga, y como por las leyes indígenas no podían unirse en matrimonio, se unieron ellos por voluntad de amor ante el máximo sacerdote de sus creencias primitivas, que era el Sol. Y la princesa, así, desapareció del toldo, o sea del hogar, pues el hijo del cacique, huyendo a su vez de los suyos, le había llevado lejos. El padre de la joven, desesperado, salió con un grupo de guerreros a rescatar a su hija. En su busca cruzaron bosques, ríos, arroyos, escalaron serranías, andando durante meses bajo las lunas blancas. Pero llegó el invierno, y los guerreros creyendo que el cacique había enloquecido de dolor y creyendo a la vez que la princesa no iba a ser hallada, lo abandonaron.

Continuó el viejo cacique la búsqueda el solo; pero ya no era el jefe, quien lo sostenía en su intento, sino su amor de padre. De tiempo en tiempo se detenía y apoyaba una de sus orejas en la tierra, siempre en la esperanza de oír, a lo lejos las pisadas de la princesa buscada. Así pasó el invierno. Al llegar la primavera, los guerreros partieron en busca del cacique y luego de mucho andar lo hallaron muerto. Al intentar levantarlo, notaron que una de sus orejas estaba unida a la tierra como con raíces. Con cuidadoso esfuerzo lo levantaron, pero la oreja quedó unida al suelo. Y de esa oreja nació una plantita que fue creciendo, creciendo hasta convertirse en un grande y hermoso árbol al que pusieron nombre de Timbó; y ese árbol tiene las semillas con la forma de la oreja humana de color oscuro, como fue la oreja del viejo indio, que murió pegada a su cabeza a la tierra en la esperanza de oír los pasos de la hija que volvía.

La leyenda de la flor del ceibo

Había en la tribu Guayaquí una indiecita que amaba su tierra natal al extremo de recorrer sola los bosques conversando con las aves, con las flores, con los animales que lo poblaban. Era conocida por la dulzura de su voz que de continuo entonaba los cánticos propios de su raza. Cuando ella cantaba, hasta el río rumoroso parecía callar para escucharla.


Un día, un gran pájaro de blanquísimas alas llegó navegando por el río; de él bajaron hombres barbudos cubiertos por metales relucientes que parecían dueños del rayo transformándose por momentos en monstruos de cuatro patas y dos cabezas que atropellaban todo lo que encontraban en su camino.


La tribu de Anahí decidió defender la tierra nativa superando el terror que los embargaba ante aquellos monstruos desconocidos que más que hombres parecían creación del mismo Añangá.


Pelearon días y días, semanas enteras. Pero iban siendo echados poco a poco de sus bosques, de sus ríos, de sus sierras. Anahí, pese a su juventud luchaba como los más valientes. Su voz ya no cantaba más, gritaba la venganza y la guerra y animaba a los hombres y mujeres de la tribu. Pero un día aciago cayó prisionera.

Llevada al campamento español, logró en la noche zafar sus ligaduras y golpeando malamente a un centinela ganó nuevamente el bosque, con tan poco fortuna que volvió a caer en manos de sus captores.


El soldado herido por Anahí murió. Sospechada de bruja, porque nadie podía admitir que con aquel cuerpo esmirriado y con su juventud pudiera haber dado muerte de un golpe al soldado, fue condenada a morir en la hoguera.

Atada al palo de la ejecución y prendido el fuego de los leños, las llamas comenzaron a abrazarla. Pero Anahí, en medio de las llamas, en vez de gemir comenzó a cantar una canción en la que pedía a Tupá por su tierra, por su tribu, por sus bosques, por sus ríos.

Su voz se elevó al cielo, y al nacer el día, el cuerpo de Anahí se había convertido en un robusto tronco de un árbol hermoso del que pendían racimos de
rojas flores.


martes, julio 26, 2011

PREMIACIÓN CONCURSO EFECTO CINE

Escolares crean cortos de animación que reflejan como imaginan el Uruguay del futuro

En la segunda edición del certamen participaron 70 cortos de animación realizados por escolares de diversas localidades. Las piezas ganadoras se proyectarán en la muestra "Efecto Cine Niños" a realizarse próximamente. El ministro de Educación y Cultura, Ricardo Ehrlich, dijo que "las ceibalitas" constituyen una herramienta fundamental que posibilitó la apertura de nuevos horizontes en la generación de contenidos audiovisuales.

El ministro y la subsecretaria de Educación y Cultura, Ricardo Ehrlich y María Simon; el director de Centros MEC, Roberto Elisalde; el representante de UNICEF Uruguay, Gustavo de Armas; y el director de "Efecto Cine", Diego Parodi, participaron de la entrega de premios del Segundo Concurso Nacional de Cortos de Animación XO, “Animate II”.

En el evento, realizado en la secretaría de Estado, se otorgó un reconocimiento a 10 trabajos y cinco menciones especiales presentados por niños de escuelas de Canelones, Colonia, Durazno, Montevideo, Rocha y Salto.

El tema propuesto fue: Bicentenario ¿Cómo imaginas Uruguay en 200 años?. Fueron 70 las propuestas que respondieron a la convocatoria y cumplieron con los requerimientos técnicos previstos en las bases.

Las piezas ganadoras se proyectarán en la muestra de "Efecto Cine Niños" en los meses de julio y agosto. La escuela del equipo ganador será obsequiada con una función, además de cámaras de fotos y pendrives.

El ministro Ehrlich sostuvo que “las ceibalitas" permitieron abrir nuevos horizontes y constituyen una herramienta fundamental que democratizó el acceso de nuestros niños a las computadoras. El jerarca también dijo que "las ceibalitas" plantean un desafío notable en la generación de contenidos y en las formas de aprender. Indicó que la nueva herramienta digital propicia un vínculo fuerte con la sociedad.

“Es un momento prodigioso en cuanto al acceso a las imágenes porque los niños a través de las ‘ceibalitas’ pueden mostrarnos y comparten como miran el mundo mediante la generación de imágenes”, añadió.

Imágenes propias

Al hacer uso de la palabra, Parodi recordó que para participar del concurso los promisorios realizadores debieron descargar un programa de software libre a sus XO, el cual les permitió realizar las animaciones.

A los ojos del jurado, los resultados fueron alentadores, dijo. Al mismo tiempo, recordó que los niños imaginaron un Uruguay con energías renovables, vehículos voladores y hasta robots que realizan los deberes escolares.

Por su parte, Elisalde destacó que el Plan Ceibal ubicó a Uruguay dentro de los primeros países del mundo en entregar computadoras a todos sus niños en edad escolar.

“Se vienen cambios importantísimos que implican la incorporación de la televisión digital y la cantidad de imágenes que veremos en los próximos años”, vaticinó.

“Es importante ver que ocurre en todas partes del mundo para saber como viven y piensan otras personas. También lo es que nosotros produzcamos nuestras propias imágenes, para no convertirnos en consumidores eternos de lo que producen otros y poder mostrar lo que somos capaces los uruguayos”, concluyó.